Durante años, imaginamos y soñamos este viaje. Sin embargo, la necesidad de viajar en temporada alta y en momentos muy precisos del año nos hacía dudar. Islandia es el segundo país más caro del mundo, lo que lo convierte en un destino no apto para todos los bolsillos.
Qué encontrarás aquí
- Introducción
- Día 0. Vuelo Alicante-Oslo-Keflavik.
- Día 1. Círculo de Oro.
- Día 2. De Selfoss a Vík í Myrdal: las grandes cataratas del sur.
- Día 3. La laguna glaciar de Jökulsárlón.
- Día 4: De Vík í Mýrdal a Reikiavik en busca de otros paisajes.
- Día 5: Reikiavik.
- Día 6: Península de Snæfellsnes.
- Día 7: Península de Reykjanes.
- Conclusión
- Dónde y qué comer
- Dónde dormir
A pesar de los precios, decidimos lanzarnos a la aventura de este viaje: si no podíamos ir muchos días y recorrer la isla, haríamos un viaje más corto; si no podíamos permitirnos hoteles y comidas fuera, buscaríamos hostales, granjas, Airbnb con cocina o microondas, y haríamos picnics en lugares de ensueño. Si no teníamos para un coche todoterreno, alquilaríamos un resistente y pequeño Toyota Aygo que nos llevara a todas partes.
Y si los vuelos en temporada alta no bajaban de los 500€, dormiríamos en los sofás del aeropuerto de Oslo para conseguirlos por 320€. Eso sí, ya tenemos una cierta edad y no nos vimos con fuerzas de montar tienda de campaña todos los días en un sitio distinto y dormir a 3ºC, así que optamos por lugares con calefacción y buena cama, aunque fuesen con baño compartido, como nuestro pequeño lujo.
Esta es la historia de un intenso viaje por paisajes que nunca pudimos imaginar y a los que las fotografías no hacen justicia, porque la inmensidad y la sensación de soledad en carreteras donde podías pasar un par de horas sin encontrarte con ningún coche, no se pueden captar con el objetivo. A pesar de lo breve de nuestro viaje, lo disfrutamos con calma, deteniéndonos donde queríamos y sin prisas.
Día 0. Vuelo Alicante-Oslo-Keflavik.
Un vuelo de SAS de 320€ (ida y vuelta) nos llevó desde Alicante hasta el Aeropuerto Internacional de Keflavik, vía Oslo con una breve parada de menos de una hora. La curiosidad de este día fue la pérdida de mi DNI en el primer vuelo, operado por Air Baltic, con la suerte de que el segundo vuelo lo realizó exactamente la misma aeronave y pude recuperarlo al final del mismo, después de un mal rato preguntando a la tripulación y a los pasajeros sentados en nuestros antiguos asientos. No se levantaron para ayudarnos a buscar y resultó que ¡justamente estaba bajo el trasero de uno de ellos! Anécdotas para no olvidar…
Tampoco olvidaremos el magnífico tiempo que nos recibió y que duraría prácticamente hasta el final de nuestra aventura. Nos permitió disfrutar de unas vistas impresionantes sobre el mayor glaciar de Europa. ¡Qué pena que la fisura volcánica activa hasta hacía unos días cerca del aeropuerto se hubiese extinguido ya! Hubiera sido otra imagen para recordar.
Sobre las 19:00 llegamos con el tiempo justo para recoger nuestro coche de alquiler para toda la semana. Nos costó 510€ con seguro de gravilla incluido, indispensable en el país ya que todos los aparcamientos de monumentos naturales se encuentran en caminos así. Nuestro pequeño Toyota Aygo no es un coche preparado para F-roads (carreteras de grava que discurren por el interior de la isla y a las que únicamente puedes acceder con todoterreno) y está prohibido en éstas, pero es un coche muy resistente que apenas consume (no llegamos a dos depósitos en los 1600 km que recorrimos, en un lugar donde la gasolina cuesta más de 2€/l). Sin duda recomendamos Star Rent a Car es una pequeña compañía local con una atención exquisita, puntualidad y sin intención de estafarte con cobros extras. La recomendamos por su amabilidad y transparencia. Nos proporcionaron el seguro contra gravilla y otros extras indispensables sin generar sobrecostes a la devolución del vehículo.
Nos recogieron en el aeropuerto superpuntuales y nos prestaron una manta para tapar nuestro equipaje a lo largo del viaje, ya que nos explicaron que el país es muy seguro, incluso dejando el equipaje a la vista en los diversos aparcamientos de los monumentos naturales. Éstos últimos son un gasto con el que tenéis que contar, ya que en todas partes (incluso en medio de la nada) os cobrarán unos 7€ por aparcar, independientemente del tiempo. Y ojo con intentar no pagar, porque sofisticados sistemas de cámaras toman vuestra matrícula y piden cuentas al rent a car que os lo cobrará a vuestro regreso.
A continuación, hicimos una parada en el supermercado Bonus para abastecernos para la primera mitad del viaje. Keflavik, Reikiavik y alrededores son buenas zonas para comprar. Selfoss aún está bien surtido, pero de Vik en adelante es complicado abastecerse y únicamente cuentas con lo poco que puedas conseguir en las gasolineras (algunas de ellas muy espaciadas entre sí) que funcionan como ultramarinos y pequeño café al mismo tiempo.
Pasamos la noche en Keflavik, en un Airbnb sencillo pero económico (90 €/noche) con cocina que nos permitió preparar patatas cocidas y pasta para nuestras ensaladas de los siguientes días y cocinar en casa los curiosos Pylsur (salchichas de perrito caliente, comida callejera muy popular en el país).
Día 1. Círculo de Oro.
Decidimos comenzar nuestra ruta con la parte más masificada del país. Aun así, como era nuestro primer contacto con esta tierra, nos maravilló. Es muy accesible, se hace fácilmente en un día y cuenta con variadas maravillas naturales que son el aperitivo perfecto para lo que descubriríamos días después.
Desde Keflavik, rodeamos Reikiavik y en una hora y media llegamos a Mosfellskirkja, un sencillo paraje, no conocido y alejado de las masas donde decidimos detenernos para contemplar el paisaje y la curiosa forma de la iglesia protestante que corona la montaña.
Media hora más de coche nos dejó en la entrada principal del Parque Nacional de Thingvellir, con aparcamiento de pago y videovigilado, como en casi todas las atracciones naturales del país. El lugar donde las placas tectónicas Americana y Euroasiática se separan y único lugar del mundo donde este fenómeno se puede ver en superficie, tiene muchos rincones que recorrimos en 3,5 horas.
Desde los sitios históricos de reunión de los líderes locales donde intervienen libremente desde hace siglos (Lögberg), hasta la casa de verano de la primera ministra, pasando por la bella iglesia de Þingvallakirkja y sin olvidarnos de que en este Geoparque de la Unesco se tiene la oportunidad de bucear en la falla, disfrutando de un paisaje impresionante. Nosotros tuvimos la suerte de tener esta experiencia sin pasar frío ni colas, ya que asistimos a la inmersión mediante dron submarino de la Universidad Flinders, que estaba llevando a cabo una investigación en busca de restos vikingos en la zona.
Por último, queremos hacer una mención a Öxarafoss, la primera catarata que vimos en el país y ciertas formaciones que se pueden observar en senderos menos concurridos accesibles desde los parkings P2 y P3.
Y tras comer en las mesas de picnic que siempre encontraréis en los principales sitios turísticos del país, continuamos nuestro camino a la concurridísima Geysir.
Las aguas geotermales son una constante en este territorio y aunque estos son los más conocidos por su tamaño, existen muchas otras zonas próximas a ríos con pequeños géiseres que se aprovechan para producir luz, calor, se utilizan en calefacción, baños, invernaderos y un largo etcétera del que os hablaremos en otro momento de este viaje. La curiosidad de Geysir reside en que este géiser, que da nombre a todos los demás del mundo, ya no está activo. Strokkur es ahora el más activo y su agua a 100 ºC puede llegar a alcanzar una altura máxima de 40 m, teniendo una erupción 5-10 minutos. Eso sí, mucho cuidado con la dirección del viento, puede cogeros desprevenidos y ¡dejaros empapados! Una parada de una hora resulta más que suficiente para conseguir la ansiada foto con la erupción de agua al fondo.
Y en apenas 10 minutos llegamos a Gullfoss, la magnífica catarata sobre el río Hvítá que os dejará sin palabras. Quizás una de nuestras preferidas del viaje, a pesar de que después llegaríamos a verlas de todas las alturas, formas y paisajes que no podíamos ni imaginar. Si al iniciar el viaje me atreví a decir que con un par de cascadas sería suficiente para no repetir tipos de paisajes, al finalizar el trayecto mi opinión había cambiado por completo. Cuando crees que ya lo has visto todo, te equivocas: aún existe un paisaje nuevo que tu mente no había alcanzado a imaginar.
Catarata de Gullfoss en el Círculo de Oro
El atardecer lo dedicamos al cráter de Kerið, donde se paga entrada para ver la perfecta caldera del cráter de 55 m de profundidad de este volcán extinto hace 6.500 años, que actualmente alberga una hermosa laguna en su interior.
Pernoctamos en el mejor alojamiento que tuvimos en toda la ruta, la granja de ovejas y caballos Lambastadir Guesthouse, por unos 170€/noche, desayuno incluido. Usamos su comedor y microondas para calentar un plato de típicas albóndigas de carne suecas con puré de patata y una ensalada. Después de cenar, nada mejor que una sauna y un baño en agua caliente al aire libre, un auténtico ritual del país.
Día 2. De Selfoss a Vík í Myrdal: las grandes cataratas del sur.
El día de las cataratas comenzó con la visita a Seljalandfoss y sus hermanas pequeñas, incluida la espectacular Gljufrabùi. La primera de las cataratas y la más próxima a Seljalandfoss alberga el aparcamiento de pago que, a ciertas horas y en pleno verano, resulta complicado aparcar. Además, se puede recorrer la trasera de esta espectacular catarata, normalmente de derecha a izquierda con una importante cola. Sin embargo, si solo queréis echar un vistazo, recomendamos entrar a pie por el lateral izquierdo de la misma, ya que está menos concurrido y el camino es menos estrecho y resbaladizo.
Después, un sendero de aproximadamente 1 km os lleva a lo largo de los pies de la meseta hasta llegar a la escondida catarata Glujufrabùi, a la que se accede a través de un minicañón de anchura de una persona, con los brazos abiertos. La cola suele ser importante y se recomienda ir con traje completo de aguas en ambos casos o llevar ropa de recambio, porque es imposible no quedarse completamente empapado. Aunque depende mucho de lo que os recreéis en cada lugar, creemos que es complicado estar menos de 1 hora y media en este lugar disfrutando de las vistas.
Catarata Glujufrabùi
Nuestra siguiente parada obligada fue en la catarata con la cortina de agua más ancha de Islandia: Skógafoss. Esta catarata, en la que se puede visitar tanto la base como subir a la parte alta, es muy conocida por los arcoíris que se forman a sus pies. También resulta un lugar muy concurrido, ya que alberga un campo de acampada muy económico y está preparado con mesitas con vistas a la cascada, ideales para realizar el picnic de mediodía y un restaurante para los bolsillos más acomodados.
Después de comer, paramos a tres minutos en coche de Skógafoss, a las puertas del Skógar Museum, un pequeño museo etnográfico que cuesta unos 19 €/persona y donde lo más interesante se puede ver en su exterior. Por un lado, se encuentran unas casas y una escuela de arquitectura islandesa, con sus tejados aislados con césped y por otro, nos sorprendimos con unos camiones de rescate de los años 60 y una inmensa costilla de ballena.
Disfrutamos mucho el resto de la tarde en Solhéimajökull, laguna glaciar y brazo del glaciar Myrdalsjokull. No es un lugar muy concurrido y no se paga el aparcamiento, aunque sí es conocido para realizar caminatas con crampones sobre el mismo con algunas de las empresas que tienen sede allí: Artic Adventures y Troll Expeditions. Puedes contratar esta actividad e iniciarte en esta actividad desde uno de los grandes camiones que sirven de vestuario para estas compañías. La gran ventaja de este lugar es que no necesitas adentrarte en una F-road (es decir, con un coche que no sea todoterreno llegas perfectamente) y puedes disfrutar de los magníficos paisajes del interior de la isla. También, puedes llegar a subirte sobre el inicio del glaciar, aunque no lleves equipamiento. Es una sensación única. Aprovechamos aquí para aclarar que si se acude a Islandia en junio, julio o agosto no se puede realizar la caminata por las llamativas cuevas azules que se forman en el interior de los glaciares, por motivos de seguridad. Solamente en meses más fríos estos lugares resultan más estables para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza.
El broche final del día fue un paseo al atardecer por el faro de Dyrhólaey, lugar de avistamiento de frailecillos (puffins) que nos fueron esquivos esa tarde… Menos mal que un par de días más tarde nos resarciríamos… No obstante, merece la pena llegar hasta este lugar para observar la interminable Playa Negra, más allá de donde alcanza la vista.
El minúsculo pueblecito de Vík i Mýrdal (apenas 300 habitantes) nos acogió las dos siguientes noches, ya que se trata del último núcleo urbano en 70 km a la redonda. Su atracciones turísticas más conocidas son la iglesia y el Icelandic Lava Show, en el que puedes contemplar el fluir de lava real. Cuenta con un pub, una pizzería y algún restaurante de los hoteles de mayor categoría. Pero como siempre en nuestros viajes, las casas de huéspedes se convirtieron en nuestro mejor aliado para contener el presupuesto y nos alojamos en una habitación con baño compartido (un baño para cada dos habitaciones, por lo que no notas que es compartido) por 140€/noche con desayuno incluido y vistas a la emblemática iglesia del pueblo. De nuevo preferimos calentar nuestra comida en la completa cocina y comedor, a disposición de los huéspedes, antes que pagar unos 25-30€/persona para apenas comer una pizza en el pueblo.
Día 3. La laguna glaciar de Jökulsárlón.
Un viaje de dos horas y media desde nuestro alojamiento hasta la laguna glaciar de Jökulsárlón nos sirvió para vivir la sensación de estar en un lugar remotísimo. Ni un pueblo a lo largo, ni cerca de la carretera, solo alguna granja o alojamiento turístico aislado. Durante la primera hora y media de viaje, lloviznando, sin cobertura, apenas nos cruzamos con tres coches… Y alrededor, la inmensidad. Sobre todo mientras atravesábamos los curiosos y redondeados malpaíses del Geoparque de Katla. Aunque la carretera que circunvala el país tiene poquísimos lugares donde parar, algunos caminos laterales nos permitieron bajarnos a admirar el paisaje salido de otro planeta, a la altura de los campos de lava Mossy y Eldhraun. En Gönguleið um Eldhraun, existe un aparcamiento gratuito para explorar el lugar.
Y así llegamos a uno de los lugares más populares y que más nos impresionó del país: la laguna glaciar de Jökulsárlón, parte del glaciar más grande del país, el Skaftafell. Si el presupuesto va muy, muy ajustado, es suficiente un paseo por sus orillas para disfrutarlo. En ocasiones, incluso se puede contar con la compañía de focas.
Sin embargo, existen otras tres posibilidades para adentrarse en sus aguas: la más económica, un vehículo anfibio que, por unos 42€/persona, te pasea entre los icebergs, aunque a bastante distancia del glaciar; la intermedia, aunque complicada de reservar si no es con muchísima antelación, un kayak en el que puedes pasear en grupo durante 1,5-2 h, por unos 100€/persona; la más cara, una zodiac compartida, que te acerca bastante más al glaciar, por unos 100€/persona. Todas ellas son gestionadas por Glacier Lagoon. Sin duda, nos volvimos locos tomando fotografías y empleamos unas 3 h en este lugar.
Los food-trucks del aparcamiento (ver qué y dónde comer) nos sirvieron para probar algunas de las especialidades no oficiales del país: pylsur, los perritos calientes, que pueden ser de cordero, ternera o cerdo; y el bocadillo de langosta, una exquisitez vestida de comida callejera. Completamos el picnic con bocadillos de pasta de salmón de huevas de bacalao, tan al gusto de los nórdicos.
Después de disfrutar de una deliciosa comida, decidimos dar un paseo por la Playa de los Diamantes (Eystri-Fellsfjara), aprovechando que teníamos el coche aparcado cerca. Este aparcamiento es mucho menos concurrido y tiene un firme mejor que el principal de la laguna. La playa, con su arena volcánica negra, está salpicada de pedazos de hielo que le dan su nombre. Recomendamos visitarla muy temprano por la mañana o al atardecer, ya que en los meses de verano suele estar muy concurrida.
A las 16:30 iniciamos nuestro regreso a Vík í Mýrdal para pasar la noche. Nuestro plan era detenernos en todos los lugares de interés que nos habíamos saltado por la mañana debido a nuestra reserva para el paseo en barco, algo muy recomendable en verano para no quedarse sin plaza.
Nuestra primera parada fue en el centro de visitantes Skaftafellsstofa, a unos 50 minutos de la laguna. Desde allí parte un sendero ascendente de buen firme que, tras 40 minutos de caminata, nos llevó a Svartifoss, una cascada que parece sacada de un cuento. Aunque ya habíamos visto otras cascadas, esta es especial por su enclave entre columnas basálticas hexagonales, lo que la hace única y un lugar imprescindible para los amantes de la fotografía. Nos demoramos casi dos horas disfrutando de este paraje.
Aprovechando los largos días de verano en el norte de Europa, condujimos una hora más hasta Fjaðrárgljúfur, un valle que bien podría ser un escenario de El Señor de los Anillos. En un paseo de apenas una hora se puede contemplar todo el cañón desde las alturas. Eran ya las 20:45 y los únicos que encontramos paseando eran españoles, ya que no nos importa cenar tarde.
Aunque ese día condujimos más que en cualquier otro momento del viaje, las múltiples paradas en granjas de caballos como Hörgslandhorses, para admirar la raza de caballos islandeses, o los grupos de ovejas, hicieron el viaje muy ameno. Las vistas durante todo el trayecto son impresionantes y te dejan sin aliento. Finalmente, tras una hora más de viaje, llegamos a nuestro alojamiento en Vík í Mýrdal, desde donde al día siguiente emprenderíamos el regreso a Reikiavik.
Día 4: De Vík í Mýrdal a Reikiavik, en busca de otros paisajes.
Comenzamos la mañana visitando algunos de los lugares más emblemáticos cerca de Vík í Mýrdal. Nuestra primera parada fue la Playa Negra de Reinisfjara, donde admiramos la impresionante cueva de Hálsanefshellir, formada por columnas hexagonales de basalto. Este lugar es conocido por su fuerte oleaje, por lo que es importante prestar atención a las señales de advertencia. Desde aquí, también se pueden ver las icónicas agujas de Reynisdrangar.
Para nuestra sorpresa, los acantilados estaban llenos de nidos de frailecillos, y el mar estaba repleto de estas aves nadando y pescando. A pesar de ser finales de agosto, época en la que normalmente migran, pudimos disfrutar de su presencia.
Frailecillos en la Playa Negra de Reinisfjara
Después de una hora en este hermoso lugar, continuamos nuestro viaje hacia los restos del avión estrellado en Solheimasandur. Este avión americano se accidentó en 1973 y se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados de Islandia. Aunque puede estar bastante concurrido, la caminata hasta el avión ofrece una experiencia única a través de la llanura volcánica.
Nuestra siguiente parada fue el Punto de Información del Eyjafjallajökull, donde recordamos la erupción que causó tanto caos en el tráfico aéreo hace 14 años. Disfrutamos de una sopa del día en el acogedor café, una tradición islandesa al mediodía.
Sin planes concretos para la tarde, decidimos visitar la Secret Lagoon en Flúðir. Este es el primer baño de aguas termales del país y ofrece una experiencia más auténtica y menos turística que la Blue Lagoon. Disfrutamos de un relajante baño en sus aguas geotérmicas, rodeados de la naturaleza islandesa.
Para terminar el día, nos dirigimos al pueblo de Selfoss, uno de los núcleos urbanos más grandes de Islandia, donde paseamos y cenamos. El centro del pueblo ha sido reconstruido para reflejar su apariencia histórica, y cenamos en Mjólkurbúið Mathöll, un mercado gastronómico ubicado en una antigua fábrica de lácteos.
Finalmente, llegamos a nuestro apartamento en Þing, a las afueras de Reikiavik, donde pasaríamos las siguientes tres noches. Este alojamiento tranquilo está cerca del lago Ellidavatn y a solo 15 minutos en coche del centro de la ciudad.
Día 5: Reikiavik.
Para comenzar nuestro día en Reikiavik, encontramos que la mejor opción para aparcar es cerca de Skúlagata, junto a la estatua del Viajero del Sol. Aquí, el estacionamiento en la calle es de tipo P3 (verde), con tarifas de 1,5€/h para las primeras horas y luego 0,5€/h, siendo la opción más económica. Desde este punto, es fácil explorar la ciudad a pie.
Nuestro recorrido comenzó en dirección al Auditorio Harpa , un edificio de cristal junto al puerto, cuyo interior es tan impresionante como su exterior. Continuamos hacia la animada Ingólfur Square, donde las terrazas se llenan de reikiavikenses en los días soleados. Un rápido vistazo a las tiendas de artesanía en Vesturgata, una de las calles principales del antiguo barrio de pescadores, nos llevó de regreso a Austurvöllur, la plaza del parlamento, ideal para un picnic cuando el clima lo permite.
A pocas calles de distancia, nos encontramos con el lago Tjörnin, lleno de cisnes y rodeado de edificios antiguos interesantes. Desde allí, tomamos la ajetreada Lækjargata, que nos llevó a la casa del primer ministro. Girando a la derecha en Bankastræti, llegamos al inicio de la famosa calle del Arco Iris, Skólavörðustígur. Entre tiendas de recuerdos y artesanía islandesa, llegamos a la moderna catedral Hallgrimskirkja, consagrada en 1986. Este edificio protestante, con un interior sencillo, es el más emblemático de la ciudad por su diseño que imita las columnas basálticas de los paisajes islandeses.
El resto de la mañana lo dedicamos a callejear hasta las 16:00, hora en que teníamos programado el avistamiento de ballenas. Durante nuestro paseo, descubrimos una de las panaderías más famosas en Frakkastígur, las tiendas de la calle peatonal Laugavegur, y el famoso puesto de perritos calientes Bæjarins Beztu Pylsur, donde disfrutamos de un bocado rápido. Para aquellos que prefieren otra opción, también hay un food truck de Fish & Chips junto a la terminal de cruceros.
Aparcar en el antiguo puerto pesquero es sencillo y gratuito, lo cual es conveniente para las salidas de avistamiento de ballenas. Optamos por el tour estándar con la empresa Elding que duró aproximadamente 3,5 horas y costó 90€/persona. También existe la opción de hacerlo en zodiac, que dura 2,5 horas por 144€/persona, pero es importante saber que julio y agosto no son los mejores meses para avistar ballenas. Aun así, casi siempre se pueden observar delfines de morro blanco y marsopas. Un especialista a bordo dirige el barco y explica hacia dónde mirar. Aunque no veas ballenas, sigue siendo una gran oportunidad para avistar fauna marina y disfrutar del paisaje de la costa islandesa desde el mar.
Para finalizar la tarde, es clásico cenar una sopa de langosta en uno de los restaurantes de los muelles. Sin embargo, debido a mi alergia a las gambas, optamos por buscar esta delicia en los supermercados, donde se puede encontrar en la sección de productos cocinados o incluso en lata. Por apenas 10-12€ para dos personas, disfrutamos de esta exquisitez local, seguida de un filete de cordero adobado, cuya calidad es extraordinaria y asequible si lo cocinas en el apartamento.
Con el estómago lleno y satisfecho, nos fuimos a dormir temprano para estar listos ante la jornada de conducción que nos esperaba al día siguiente.
Día 6: Península de Snæfellsnes.
Justo cuando piensas que Islandia no puede sorprenderte más con sus paisajes, la península de Snæfellsnes te deja sin aliento con su diversidad y belleza. Situada a 120 km al norte de Reikiavik, esta región es un microcosmos de las maravillas naturales del país.
Así que tras dos horas de viaje por zonas bastante pobladas, alcanzamos el aparcamiento de pago de la playa de Ytri Tunga, un santuario de focas comunes y grises, que en verano se encuentran criando. Recomiendan observarlas a una distancia de 100 m, pero por desgracia muchos turistas extranjeros se acercan a menos de 20 m de ellas.
Nuestra siguiente parada fue la solitaria iglesia Búðakirkja, conocida como la iglesia negra, un icono fotográfico de Islandia. A pesar de su popularidad, esta sencilla iglesia protestante de madera, construida en 1703, ofrece una experiencia rápida pero memorable.
Continuamos nuestro viaje hacia la garganta Rauðfeldsgjá, una agradable sorpresa que no esperábamos. Este lugar te da una idea de los caprichos del paisaje volcánico en este rincón del mundo. Desde la carretera elevada y más concretamente desde el Snæfellsjökull View Point, se pueden avistar inmensas llanuras con su leyenda islandesa incluida sobre un solitario que vagaba por la zona.
Completamos la mañana llegando a los acantilados de Arnastapi para almorzar, después de una breve parada en la granja de caballos Stóri Kambur. Si deseas experimentar un paseo sobre uno de los magníficos caballos islandeses, este es el lugar ideal.
Arnastapi es un pequeño núcleo urbano con un puerto de pescadores y un par de cafés. Aquí, los acantilados presentan una variedad aún mayor de formaciones rocosas imposibles, incluyendo puentes basálticos, agujas infinitas, dolinas y una cascada que desemboca en el mar. Este lugar es una parada obligada para los tours fotográficos de paisaje y nos cautivó durante casi dos horas.
Para terminar la jornada, nos dirigimos a Kirkjufellsfossar, las cascadas al pie del monte Kirkjufell, esa extraña montaña de forma cónica casi perfecta que es un reclamo turístico del país. Aunque el tiempo no nos acompañó y la lluvia dispersó a los visitantes, aún me pregunto si valió la pena los 45 minutos de conducción desde Arnarstapi para llegar a este punto.
El día concluyó con un viaje de 2 horas y 20 minutos de regreso a Reikiavik bajo la lluvia, seguido de un merecido descanso para prepararnos para nuestro séptimo y último día en Islandia.
Día 7: Península de Reykjanes.
En nuestro último día en Islandia, decidimos explorar los alrededores del aeropuerto de Keflavik para devolver el coche con facilidad y aprovechar al máximo las visitas sin perder tiempo en los trayectos. Inicialmente, planeamos visitar el área geotérmica de Hveradalir y sus impresionantes colores, pero el mal tiempo nos llevó a la localidad de Hafnarfjörður, a solo 15 minutos de nuestro alojamiento.
Hafnarfjörður, la tercera ciudad más grande del país con 21.000 habitantes, nos ofreció refugio del clima y la oportunidad de descubrir su encanto. Este antiguo pueblo de pescadores alberga un precioso museo etnográfico regional gratuito, distribuido en varios edificios, y un antiguo faro perdido entre las casas de la población actual. También visitamos la hermosa Hafnarfjarðarkirkja, junto al canal y el peculiar Hotel Viking.
La minúscula casita Sívertsen, del año 1803, fue otra parada interesante. Con solo una habitación y un baño exterior, esta casa fue habitada por una ilustre de la villa hasta los años 80 y nos permitió conversar con una local sobre la difícil vida en Islandia durante muchos años. Además, descubrimos la panadería Brikk, un lugar de encuentro para los locales al mediodía, donde disfrutamos de la sopa de tomate o de verduras acompañada de deliciosas rodajas de pan especial untadas con pasta de pimiento o mantequilla.
Después del almuerzo y una media hora de conducción, llegamos al Blue Lagoon, donde teníamos reserva. Sin embargo, la experiencia no fue tan satisfactoria como esperábamos. El lugar estaba lleno de turistas y, aunque las condiciones meteorológicas eran adversas con viento y lluvia, no podíamos cancelar. El baño no fue tan relajante como imaginábamos y el agua, que proviene de una central geotérmica cercana, no estaba muy caliente en la mayoría de la piscina. Si no deseas gastar los 100€/persona, puedes pasear por los alrededores y observar el color del agua y su contraste con el malpaís negro, o tomar un café en la cafetería con vistas a la gran piscina.
Con el cuerpo más o menos relajado, devolvimos nuestro coche y nos embarcamos a nuestro vuelo a Oslo, donde dormimos en los acolchados sofás del aeropuerto y continuamos viaje hasta Alicante, a la mañana siguiente.
Viajar a finales de agosto nos brindó un clima relativamente benigno y la oportunidad de avistar frailecillos. Sin embargo, nos queda pendiente una segunda visita para cazar alguna aurora boreal, disfrutar de alguna cueva de hielo o ver ballenas en el norte. Ahora que sabemos que podemos escaparnos en temporada alta una semana por unos 1450€/persona, con alojamiento, comidas, entradas, transporte y vuelos, ¡lo apuntamos en nuestra lista de futuros viajes!
Dónde y qué comer
La dotación de bares y restaurantes del país no es abundante. Los islandeses hacen vida social en las casas, como la mayoría de los nórdicos. Un cubierto completo puede salir por unos 70€/persona, por lo que si el presupuesto es ajustado es importante comprar en el supermercado y cocinar en los diferentes alojamientos.
Creemos que es indispensable probar:
- Húmarsupa, sopa de langosta (35€) una sabrosa crema de marisco que además lleva tomate y numerosas especias. La alternativa se vende en la sección de refrigerados en el supermercado por unos 15€ para dos raciones.
- Cordero adobado. Un bocadillo gourmet en un mercado gastronómico puede salir por unos 30€, aunque también se puede encontrar sabrosísimo en los supermercados listo para poner a la plancha.
- Bacalao fresco con salsa tártara. Suele ser el pescado más habitual para tomar en un Fish &Chips callejero por unos 15€ o en un plato más elaborado con patatas cocidas y vegetales por unos 35-40€.
- Albódigas suecas con puré de patatas en platos preparados para calentar en microondas por unos 15€.
- Pastas nórdicas de untar bocadillos de paté de salmón o huevas de bacalao. Para los amantes de las conservas y los sabores salados, buscad estos tubos que aparentan ser grandes de dentífrico, en las neveras del supermercado por unos 3€.
- Embutidos (lomo y salchichón) de cordero, que pueden resultar especialmente fuertes a algunas personas.
- Pylsur, el perrito caliente que puede ser de cordero y se encuentra por unos 12€ en numerosos puestos callejeros.
- Hafnarbudin, bocadillo de langosta, una exquisitez disfrazada de street food, que puede salir por unos 20€.
- Skýr, el postre lácteo nacional. Una crema-yogur natural o con sabores, muy densa y proteica, ideal para esas latitudes. Un bote en un supermercado puede salir por unos 3€.
- Kanilsnúðar, rollos de canela, que aunque es un postre para año nuevo se toman durante todo el año.
Aunque visitamos algún sitio más, creemos que merece la pena mencionar:
- Samúelsson Matbar($$) Mercado gastronómico The Old Dairy, Eyravegur 1, 800 Selfoss
Deliciosos platos de carne o pescado de la cocina local, con el toque perfecto, por muy poco dinero (para ser Islandia). Puedes combinarlos con otras opciones del Food Court de Selfoss, en un ambiente informal y muy acogedor en la antigua fábrica de Skýr del pueblo.
- Seabaron.($$) Geirsgata 4a, 101 Reykjavík
Minúsculo local en el puerto pesquero de Reikiavik para probar la Humarsupa por unos 27€.
- Bæjarins Beztu Pylsur. ($)Tryggvagata 1, 101 Reykjavík
Es el puesto de perritos calientes más famoso del país. Situado en pleno centro de Reikiavik, muy próximo a Harpa Concert Hall, te permite disfrutar la comida no oficial más famosa del país de pie en unas mesitas organizadas alrededor del local.
- Heimahumar «Local Langoustine» Truck ($) Jökulsárlón, eastern region, 781 Hornafjörður, Islandia.
Camioneta de bocadillos de langosta en el aparcamiento a los mismos pies de la laguna glaciar de Jökulsárlón. Unos bancos improvisados con troncos sirven de asientos para disfrutar de esta exquisitez a la intemperie.
Dónde dormir
- Lambastadir Guest House ($$) 801 Selfoss. Phone: +354 777 0705. Email: info@lambastadir.is
Sin duda el mejor alojamiento de todo nuestro viaje. Esta granja de ovejas situada a unos 10 minutos en coche de Selfoss, en dirección a Vík ý Mýrdal, ofrece unas instalaciones impecables con desayuno nórdico incluido por 170€/noche en temporada alta. Se puede hacer uso de su comedor y microondas para preparar la cena y además dispone de jacuzzi al aire libre y sauna. El trato es estupendo y nos pareció un lugar fantástico para avistar auroras boreales, al encontrarse alejado del núcleo urbano.
- Arsalir Guesthouse B&B.($) Austurvegur, 870 Vík. Phone: +3547793552
Esta vieja casa de huéspedes está muy bien situada y ofrece desayuno por unos 140€/noche, además de una pequeña cocina equipada para prepararse la cena. Las mejores habitaciones (nosotros probamos con y sin baño en la habitación, puesto que era lo único disponible) son las más económicas de la planta alta, con vistas a la iglesia y en las que el baño compartido no supone un problema, ya que es un baño de casa que únicamente se comparte con otra habitación. Una opción muy económica con un trato estupendo de un exalumno de la escuela de Hostelería de mi ciudad (¡qué pequeño es el mundo!).
- Alojamiento entero airbnb: apto. residencial en Kópavogur (barrio de Reikiavik). ($) Fróðaþing 40-42. 203 Kópavogur
Este coqueto apartamento nuevo estaba superbien equipado y tenía aparcamiento propio, por sólo 90€/noche. Aunque está a 15 minutos del centro de Reikiavik tenía parada de autobus cercana y posibilidad de pasear hasta el lago. Los dueños también prestaban bicicletas para bajar a pasear junto al lago si lo deseabas.
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